En el otoño, así como en la vida, la belleza se ve enriquecida por la variedad de colores...
Una de las estaciones que más me gusta, como creo que habréis notado, es la del otoño.
Brilla el sol y aunque ya no abrase, si calienta lo suficiente para que resulte agradable.
Ilumina y te roza con más delicadeza, mimándote suavemente, como un bien precioso,
tal y como pasa con las caricias de la madurez.
Las hojas, yo diría que se visten de gala, mostrándonos toda su riqueza de colores,
avisándonos, mientras se tiñen de distintas tonalidades, que lo mejor está por venir.
Ilumina y te roza con más delicadeza, mimándote suavemente, como un bien precioso,
tal y como pasa con las caricias de la madurez.
Las hojas, yo diría que se visten de gala, mostrándonos toda su riqueza de colores,
avisándonos, mientras se tiñen de distintas tonalidades, que lo mejor está por venir.
Estoy cansada de escuchar a gente decir que no quiere cumplir años, incluso a quien deja de celebrar ese día especial, añadiendo que desearía volver a la "juventud" para revivir experiencias, sin darse cuenta de que, mientras están lamentándose por ello, se privan de vivir lo que está sucediendo en el momento presente, en el aquí y el ahora.
Quien diga que a una determinada edad se deja de sentir está totalmente equivocado, tal vez los instintos tengan más de humano que de animal, son menos irracionales, pero no menos pasionales ni apasionados, las emociones siguen estando a flor de piel, aunque con los años vamos aprendiendo a disimularlas y a controlarlas mejor, por prudencia, por resultar tan intensas que se conservan celosamente, para uno, para dos, por miedo a pinchar el sueño, si es algo nuevo, o a deshacer el hechizo si perdura en el tiempo.
Eso, a mi modo de ver, lejos de ser negativo es todo lo contrario, y es que uno toma conciencia de que cada caricia, cada beso, cada roce, son un regalo.
Eso, a mi modo de ver, lejos de ser negativo es todo lo contrario, y es que uno toma conciencia de que cada caricia, cada beso, cada roce, son un regalo.
Se desea sin miedo, sin temor a perder, como si el saber que en el momento menos pensado té puedes caer del árbol, te condujera a una contínua adoración de la rama en la que te sostienes, con la seguridad de que quien quiere mecerse a tu lado lo hace con convencimiento, sin necesidad de aparentar o disimular, bien sea para una estación , para dos o para el resto de la vida...
Se aprende que, como pasa con el otoño, la belleza no está solamente en la explosión de la primavera, que cada persona posee, como cada hoja, una hermosura única y más apreciable cuando toma su color diferenciador, el verde es bonito, pero apenas difiere en sus matices, sin embargo los ocres, rojos, granates y naranjas nos muestran lo que realmente esconde cada hoja.
Son, como nosotros, mágicos, únicos, sorprendentes...
Conservan viveza, se siguen meciendo con el viento y aunque tengan muescas, roturas o daños, que las ennegrezcan, siguen siendo hermosas.
Pasa el tiempo y con los años, muchos de nosotros, nos volvemos más temeroso, conformándonos con lo vivido, y protegiéndonos, manteniendo siempre presente aquello que por vivencias o creencia nos ha dañado, sin aventurarnos para no volver a sufrir.
Ayyy, cuantas cosas nos perdemos con esa actitud conservadora...
Cada otoño es una nueva experiencia, para algunos triste, no se sienten capaces, aunque los son, de disfrutarla, no se sientan a ver la lluvia caer, solamente notan que se mojan, se fijan en lo que va a suponer, no en el olor de las chimeneas, añoran la luz intensa del sol , sin reparar en las nubes, que con sus preciosas formas y grises corretean jugando a nuestro alrededor.
Igualmente en nuestro otoño, las personas, nos centramos en cada dolencia, carencia o merma que tenemos, sin reparar en todo lo que no nos afecta, en lo que seguimos conservando, en lo que se esconde detrás de cada arruga, en lo que va más allá de lo aparente, priorizamos una vez más lo banal, lo negativo.
Nos gusta compadecernos de nosotros mismos, es como si bajo el manto de la autocompasión nos sintiéramos protejidos.
Pues no amigos, jaleemonos para animarnos a seguir viajando ilusinados, hay tantas cosas que descubrir, tantos matices con los que vestirnos, y, ya sea en la estación que sea, siempre disfrutando.
La vida es una y corta ¿vamos a malgastarla con añoranzas?
Síntamonos agradecidos por lo que hemos vivido, y por todo lo que nos queda por vivir.
Lo transcendente es amar, vivir y sentir no importa si en rojos, naranjas, ocres o granates, o, en invierno, cuando lleguen las nieves, en un blanco inmaculado...