lunes, 13 de febrero de 2017

La edad de la «fragilidad»

Por muy maduros y mayores que seamos siempre hay momentos en los que volvemos a sentirnos como niños...

Cuando llega mi cumpleaños es de los pocos momentos en los que me doy cuenta de que me voy haciendo mayor...
Y es que en el día a día mi cuerpo, mis arrugas y mis respiraciones van por camino distinto que mi mente, a veces me pregunto si esa mujer que se fatiga hasta al llevar las bolsas del supermercado soy yo.
He de reconocer que me ha costado mucho aceptar mil limitaciones, tener que parar al subir una escalera, o al andar por el campo, el que acarrear una maleta, o tomar pesos sea un mundo, que la humedad me afecte y donde mejor esté sea a cubierto supone  para mí una cura de humildad diaria, no puedo con todo y no consigo hacer lo que hacía antes, pero de momento tengo fuerzas, alegría, ilusiones y reservas para seguir adelante y solventar todo sin problemas, tengo, o al menos eso quiero, mucha vida por vivir,  si todo esto me pasa cuando todavía podríamos decir que estoy a las puertas de la tercera edad, ¿qué pasará mas adelante?... ¿y cuando llegue a la edad de la «fragilidad»?...

A pesar de que soy de las personas que opinan que hay que vivir el hoy, ya que el mañana es incierto, no he podido evitar  reflexionar sobre como me gustaría sentirme y sentir alcanzada esa etapa...

Cuando llegue a la edad de la «fragilidad», a ese momento en el que la vida se vuelve bucle, en el que uno se siente más inseguro, más necesitado de demostraciones de afecto, me gustaría sentir la presencia de mis hijos, de las personas a las que quiero, nunca dudaría de su cariño, pero creo que si desearía que me prestaran un poquito de atención especial, que supieran leer en el silencio, aunque no diga nada, aunque el pundonor, el orgullo, o la vergüenza, me impidieran reconocerlo.
Desearía sentir su presencia aún en la distancia, saberme de alguna manera «importante» en sus vidas, que nuestras risas juntos siguieran siendo las de esa jovencita con sus hijos revoltosos y maravillosos.

Me gustaría aceptar sin juzgar...

Que mi opinión en las tertulias con los amigos siga siendo escuchada y discutida aunque sea por WhatsApp, me gustaría seguir siendo contestataria e indómita, seguir estando al día de lo que sucede en el mundo, para poder comentar con los más jóvenes y contrastar puntos de vista y poder seguir aprendiendo.

Creo que necesitaré saberme protegida, respetada por el mundo que me rodea, en el autobús, el supermercado, el banco o en el médico. Que me traten con consideración no como un trasto ya arrinconado, en el desván de lo anticuado y pasado de moda.

Veo tantas personas solas, tristes, y relegadas... tantas personas que mendigan sonrisas...

Admiro a las personas que como mi madre son independientes, valientes y están prestas a apoyar al que lo necesite. Me gustaría, como ellas, no sentir pereza ni utilizar mi edad como una excusa sino como un aliciente para aportar.

Pienso que me agradaría sentir que entienden la impaciencia, que seguro tendré, mis impertinencias, y mi rebeldía que también seguro conservaré, mis miedos, e incluso mi egoísmo..., las personas «frágiles» a veces son más exigentes, tantos inviernos vividos, les llevan a sentir frío, y a temerlo, de ahí su necesidad de protegerse incluso antes de tiempo...

Intentaré seguir siendo coqueta, sintiéndome mujer a pesar de mis canas, mis arrugas, mis kilos, mis pies hinchados, mi andar más inseguro o mi cintura perdida.

Desearía seguir teniendo a ese alguien con quien compartir mis miedos, mis sueños, mis pasión por la fotografía, mis caprichos, mis locuras. Esa persona a quien seguir amando por nada y por todo.

Quisiera sentirme agradecida a la vida por tantos momentos mágicos, a pesar de la dureza, o los sinsabores...seguir contando historias, y que mis letras continuaran interpretando mi pasión por vivir.

Buscaré como seguir ilusionada cada día, como amarme con mis imperfecciones,  y sobre todo nunca dejar de sentirme orgullosa de mi misma, al fin y al cabo para llegar a la edad de la «fragilidad» hace falta recorrer un largo camino, lleno de obstáculos, de risas pero también de lágrimas, y si llego significará que lo habré recorrido con éxito.


Cuando llegue a la edad de la «fragilidad» me gustaría seguir siendo esa "muchachita" positiva y alegre que hoy, al menos en mi mente, me siento.


miércoles, 1 de febrero de 2017

Arriesgarse...a sentir

No dejes que un daño del pasado te impida alcanzar un sueño del presente...

Hace unos días, disfrutando de un vino y de una buena conversación, salió el tema de los riesgos que tomamos...

Claro que cuando se trata de empresas o proyectos muchas veces manejamos apuestas materiales, y eso, aunque importante, no tiene nada que ver con poner en riesgo los sentimientos.

Y es que yo amo arriesgarme, pero siempre siento vértigo al ir a hacerlo, sobre todo,  cuando se trata de amar.
Hay quien no concibe amar como un riesgo pero yo en cierta forma lo veo así, posiblemente influida por decepciones, y daños anteriores que indudablemente te frenan.

Sí, he de reconocer que varias veces he  intentado convencerme de que no es buena idea enamorarse, en ocasiones con la excusa de ser un mal momento, o de que quien es objeto de deseo no es el adecuado, o que solamente es un capricho, pero reconozco que todas esas ideas surgen al sentir que esa persona tiene algo de especial. 

Pero en todas esas idas y venidas, en todos esos "enamoramientos" fugaces, solamente se mueven vientos de atracción.

Enamorarse es relativamente fácil, uno siente que la otra persona le atrae, le gusta su físico, su sonrisa, su manera de hablar, de moverse, tiene deseos de besarla, de estar con ella... es una sensación genial, pero, generalmente perecedera...

Amar es otra cosa!

Amar es sentirse seguro, es, al estar en sus brazos, saberte en casa, es entenderse con mirarse, es intuir que va a responder el otro antes de que pronuncie una palabra, es respetar las diferencias, es sorprenderse aceptando esa sorpresa sea del cariz que sea, es no imponer, ni exigir, es darse sin humillarse, es dejarse amar, es lealtad y coherencia.

Es desear compartir, porque al hacerlo uno se nutre, es estar abierto a aprender, a reconocer errores y pedir perdón, es no tener que demostrar nada, poder ser quien uno es sin miedo al ridículo, a las críticas, a los juicios sociales... Es ayudar al otro a crecer a la vez que crece uno mismo.

Es pasión y deseo, pero también es calma y sosiego, es sentirse lleno con tomarse de la mano, o cruzarse miradas cómplices, es darse cuenta de que si, efectivamente, los habrá mas guapos, mas altas mas delgada, o mas jóvenes, pero que eso da igual, porque como tu pareja... ninguna!!!

Hay que atreverse a sentir aun a riesgo de que pueden volver a hacerte daño, y tengas que recomenzar, pero ¿y si no es así?, y si la persona que encuentras en el camino es el compañero idóneo para ese momento, la persona que viaja a tu lado en esa larga o corta etapa, no se puede dejar ir la oportunidad de disfrutar, aprender, crecer y amar.

El auténtico riesgo se corre cuando uno congela los sentimientos, puede morir siendo un total témpano sin vivir el gran placer de un deshielo.

AMAR es dejar "ser", dejar "volar"... aún a riesgo de tener que dejar partir...