Lo que percibimos está siempre a merced de los "ojos" del observador, y nos alimenta en función de lo que estemos dispuestos o preparados para absorber.
Me declaro envidiosa de la creatividad de muchos, me alimenta, me llena, y me colma de placer, contemplar, escuchar, y leer, letra a letra, cuando ponen el corazón en aquello que crean, por ello también me declaro agradecida.
Hoy me he sentido totalmente cautivada por un cuadro, no sabia quien era su autor o autora, ni siquiera conocía si era considerado una obra de arte o el sueño de un principiante, simplemente he sentido que esa obra me transmitía algo, más bien, que me transmitía mucho...
Sería capaz de escribir casi un manual entero de todas las lecturas que puedo sacar, como: fuerza y tristeza en la mujer, apoyo y resignación en el hombre.... seguramente ninguna o prácticamente ninguna coincidirán con lo que su autora Montserrat Gudiol http://t.co/LsyECm4Za5 sintió al pintarlo, pero yo si que intuí que había puesto mucho de ella en cada pincelada.
Lo recibí como un alimento para mi alma, con un punto, melancólico, que me ayudo a darme cuenta de que todos vivimos momentos difíciles, situaciones que nos hacen sentirnos apagados, sin vida, pero que la pasión que fluye a nuestro alrededor, la pasión por la vida, nos ayuda a seguir adelante, y nos recuerda que todo es pasajero, y las malas rachas también.
Es ese rojo que nos envuelve, recordándonos que somos AMOR.
Lo mismo me pasa con la lectura, hay libros que me lo dicen todo y otros que me aportan poco, no porque no lo merezcan, estén mal escritos o su temática no sea interesante, simplemente no llegan a mi inundándolo todo y provocando esa sarta de emociones que te convulsan por dentro y que te hacen crecer.
Pero hoy puedo decir que acabo de terminar un libro que resultó ser un gran festín.
"La Biografía del Silencio" de Pablo D'Ors.
Resumirlo sería pretencioso, tan sólo deciros que... a mi, me ha dado luz, me ha conducido a amar más el silencio, si cabe, y el encuentro con uno mismo, ha vuelto a convertir a la meditación en mi asidua amante, para reconocerme, perderme y nadar en la vacuidad de la nada y del todo.
Me he sentido reconfortada buceando en mi interior, para dejar fluir, con constancia, toda la belleza que hay dentro y que tanto nos cuesta reconocer como propia, tomando consciencia de que hay que prescindir del tener para llegar al ser.
Si al admirar, una fotografía, lo haces, acompañado de una buena música, son tales las emociones que se producen que saciarse de creatividad, y belleza es inevitable.
Las fotografías son muy particulares, y su aportación a nuestro enriquecimiento depende mucho del momento anímico en el que nos encuentremos, tanto para realizarlas, como para contemplarlas; pueden colmarte de alegría, de tristeza, de ternura, incluso, muchas veces, de nostalgia...
Cuando las tomamos nosotros, nuestro punto de mira se dirije hacia aquello que refleja con mayor exactitud como nos sentimos;
Es curioso, me ha pasado más de una vez... sólamente hay un ave en todo el cielo pero mi mirada va directamente a ella, como si con ello quisiera reafirmar el deseo de volar alto y libre.
Envidio el ojo mágico de muchos que retratan emociones.
Otro de mis grandes gozos es darme un atracón de saxofón, me transporta, me llena, me relaja, ya se que muchos me direis que a vosotros no, pero yo soy capaz de concentrarme y dar el máximo en aquello que esté realizando, como si la música me empujara a sacar lo mejor de mí.
Podría seguir desgranando, tantas cosas... todo aquello que conlleva la magia de crear es grandioso, desde lo más simple a lo más rocambolesco.
Lo que cada uno percibimos y recibimos de las obras de los demás es muy subjetivo, pero lo que si es cierto, a mi modo de ver, es que con independencia de lo que nos transmitan, la esencia de sus autores está plasmada en las obras, y ya, solamente, por eso, son dignas de admiración.