lunes, 5 de diciembre de 2016

La rutina de amar

A veces bien bien alejarse de las personas que amamos para darnos cuenta de lo importante que es que estén a nuestro lado...

Es increíble cómo aquello que se convierte en cotidiano pasa, con velocidad de vértigo, a perder su magia, o al menos, a disminuir el brillo.

Me niego a que suceda esto, yo soy la primera que a veces olvido lo importante que es tener al lado a las personas que amamos, poder escuchar sus palabras, comentar las cosas más triviales, reír e incluso discutir las diferencias. 

La presencia de esas personas es mágica...
A su lado nos sentimos más felices, más tranquilos,  más completos y más plenos. 
Es curioso cómo suspiramos por su contacto y cuando estamos juntos lo sentimos tan natural que nos olvida dotarlo de ese sentido fiestero que debiera tener, y dejamos de seguir suspirando...

Pienso que hay mucho de "posesión" en esa actitud...

No siempre es fácil compartir presencia,  las distancias físicas, nos dificultan esas expresiones de afecto, el beso, el achuchón, el abrazo, el guiño, la sonrisa cómplice e incluso el silencio pacificador. 

Es curioso pero una vez que tenemos lo que anhelamos ya no suspiramos por ello...
Se torna automáticamente en "mío", en "mi propiedad", "mi", "mi", "mi"... eso lo hacemos con todo aquello que es material,  pero igualmente convertimos  a las personas en objetos de deseo, y no nos damos cuenta de que nadie puede ser dueño de nadie, que solo nos pertenece nuestro propio ser, y también "jugamos" con ello, los sentimientos no se pueden poseer, yo no soy dueña de tu cariño, de tu risa, de tu complicidad, de tu amistad, de tus conocimientos, de tu entrega, de tu amor, por mucho que me empeñe y lo desee, esos son un gran un regalo, un "no va más" en la ruleta de la vida... 
Olvidamos que no se suspira tan solo de pena, se suspira igualmente de satisfacción, de orgullo, de bienestar, de alivio, de tranquilidad. 
Dejamos de disfrutar de esos suspiros y de su procedencia como si el sentido de los deseos se perdiera una vez alcanzados... que despropósito...

Lo mismo pasa con las personas que admiramos sea por el motivo que sea, una vez incorporados a nuestra vida cotidiana  les restamos valor, algo injusto y equivocado. 

Me niego a convertir a aquellos que amo en la rutina de mi vida, quiero vibrar con su presencia tanto como con su ausencia, quiero  no olvidarme de ser agradecida. 

Tu ausencia me lleva a pensar que tu presencia es todo un regalo, algo que no quiero olvidar nunca... 

Contigo, si, contigo que lees esto, me nutro, aprendo, crezco y me reinvento... mil gracias siempre por ello. 



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